jueves, 11 de abril de 2013

El amiguísmo en Madrid

Una cosa que siempre me ha llamado la atención de los que critican a la escena de grupos de Madrid es que nos acusan, básicamente, de ser unos amigos de los otros. Pero que se creían, que admirando mutuamente, no sólo nuestro trabajo, sino también nuestro activismo, íbamos a caernos mal. O es que piensan que éramos todos un grupo de amigos que crearon treinta grupos distintos y se dieron bola unos a otros.


Señores Criticones, la cosa fue justo al revés de lo que ustedes se piensan, primero hicimos grupos, y después nos hicimos amigos, y por una sencilla razón: porque hacemos canciones, organizamos conciertos, grabamos programas de radio, publicamos fanzines, creamos sellos discrográficos, y como para hacerlo salimos de nuestra habitación (que nadie nos va a robar la colección de CDs polvorientos) resulta que al final conocemos a gente, y se crean vínculos y amistades muy bonitas.



Los grupos se deshacen y rehacen, pero no es un circuito cerrado, constantemente entran nuevos proyectos y nuevas personas, con nuevas ideas e ilusión. De eso precisamente se trata una escena, y luego nos acusan de inventárnosla. Pues claro que nos la hemos inventado. Faltaría más. La creatividad es precisamente eso, inventar y crear, no tener un conocimiento enciclopédico de todos los grupos que salieron en la Melody Maker, o estar al tanto de todo lo que recomienda Pitchfork. Inventamos cosas, y no dependemos de lo que quieren los medios que nos traguemos. Lo que hacen los grupos, te puede gustar más o menos, pero la credibilidad no nos la da ningún troll detrás de un teclado, nos la damos nosotros mismos, escribiendo, dibujando, organizándonos e ilusionándonos.

Y es que el asunto del amiguísmo está muy mal, estamos de acuerdo, pero hacerse amigos está muy bien, y creo que fue Ariel Rot quien dijo aquello de: al final me di cuenta de que el rock era justo eso, amistad.

1 comentario:

  1. Olé, sí señor, y qué suerte que hemos ido a eso. En la época pre indie, tocar con otro grupo era vigilar hasta la última pieza de material, pues los "compañeros" te robaban hasta el alma en un descuido.

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